GESTA.
Damián O. A. Roldan Breuer.
Sueños:
Martes.
Los brazos cruzados y esperar ver que sucede. Sin noches
para reflexión. Se nos ha caído hasta el estomago la esencia del dios de
caricatura griega.
Si el rayo cae, es el cielo de caprichosos, la junta del mal
en pleno juego.
Y a ese sordo que planea el Apocalipsis, miradas de reproche
e insultos justificados.
¿Dónde esta el punto justo?
Miércoles.
Hay un viento helado y un suelo espejado, tres personas
esperan en la esquina; siento que puedo tocarlas; diluirme hasta el asfalto.
La sangre exige revolución insistentemente y lloro en
secreto mis desvenas. Mirando por el ventanal descubro, montañas serenas con
nieve nueva; y si estuvieras aquí, correríamos para alcanzarles la cumbre, como
si fueran el portal del cielo, el lugar para las curas, esas dudas, nuestra
historia patética.
Jueves.
¿Cuánto se nesecita? ¡Estoy rabioso, ebrio y alocado! Deseo
construir la pintura perfecta, que renueve, una que transporte hacia otro estado
más exacto. ¡Gritare en nombre del rojo y no se irán las ganas! Estoy
preparado, ya lo he pensado. Deseo alcanzar el éxito.
Derribare pedestales, me integrare a la historia; de mí
saldrán los tentáculos del futuro: estaré recostado sobre una nube gris
dispuesta a tronar. Deseo que el perfume de la tierra se eleve; mirarlos a
todos transfigurar, reír.
Tú debes venir conmigo en el medio de la noche.
Asechan demonios de placer.
El maldito guardián jamás esta.
Petrificarnos en el recuerdo.
Diferenciarnos.
Ya no habrá canciones de parva negra ni soles que admirar,
el cielo será violeta y el mar, una exhalación de lo que fue dos años antes del
eclipse.
Me veo parado en el medio del llano cargando con la pesadez
de la mente, sin “voses” que decir. Me derrito en la niebla matinal. Jamás
estas. Recaigo en mi forma de mediocre jugador; soy la cara del otoño en
perfecta presencia.
Llévame de regreso al edén.
¡Reclama un trozo de mi cuerpo para la supervivencia!
Naceremos el mismo día para morir al siguiente.
Viernes.
Estaremos revolcados en la mugre del río de gente.
Exhalaremos torturas. Sugestionados estaremos.
Y, mientras los animales nos miran desvanecernos en
palabrerio acostumbrado, el cielo se rompe nuevamente y carcajean las nubes las
eternas melancolías celestiales o históricas conquistas.
Me veo, y puedo ver paraísos corrompidos, una culpa que
acompaña, los rostros que no alcanzo. ¡Añoro perfumes! ¡Quiero la ternura del
cuerpo despojado! ¡Ser acariciado en la mañana!
Me derrito. ¿No ves que me derrito?
En la aurora estas.
La ventana solo ofrece un repetido ayer.
Siento que me doblo hasta las rodillas.
Las marcas en mi piel no dicen nada.
Nesecito desaparecer.
Torbellinos, inundaciones, tormentas ¡rayos de Zeus!
¡Aniquílenme!
Sábado.
El sonido me tiranizo, me absorbe.
¡Ha, mi dolorosa negación! No quiero sueños de discurso,
Hoy me podrían matar las desgracias.
Una huella dejada en la vereda llovida.
El cansancio de ofrecer.
Perros ladran en el fondo.
Solo queda desfallecer.
Siento que la habitación se achica cuando regresas.
La nocturna me aprisiona obligando pesadillas, despierto y
trabajando.
Se presentan los síntomas.
¡Estas parada y no quieres moverte!
La cercanía o lejanía no parecen gran cosa.
Es la presencia del hiriente.
Embriagado, bebí del cuerpo del maldito y sufrí aberraciones
de mi cordura,
De mediocre refugio, santuario solitario.
Siento que la carne no quiere dormir.
Hoy, volveré arrastrándome a los brazos de la desdicha,
Mientras los Ángeles de poesía cierran sus alas y esconden
la mirada.
Dios se ríe de mí cantándole a los planetas.
Me dejo ir con el soplo irregular del sur… me dejo ir.
Reaparece el deseo de piel.
La igualdad en la espalda nos transformo en esclavos del rol
elegido;
Y nos quejamos de todo siendo casi niños ¡marionetas del
desastre!
Oímos el mismo canto
fúnebre desde el nacer.
Si pudiera fundirme en el horizonte, penetraría en tu ser,
En los rayos de la amanecida, quedándome hasta el ocaso del
tiempo.
Así, el cansado corazón tendría una entendible justificación
Para las noches de insomnio y lectura.
Así, podría decir que te alcance- me gustaría tanto decir
que te alcance.
Estoy parado en el centro del columpio.
Es como el juego de morir.
Domingo.
Aquella voz que solo se recuerda, aparece detrás de las
puertas aumentando el peso de su acostumbrada tortura educadora. El oponente se
presento fofo y torpe en el paisaje creado a partir de ella, la señorita de
lenguas azules, misteriosa obsesión intoxicante de berreta forma y cuentos
avinagrados por repetición.
Estoy en la ensoñación de mi juicio: el lugar me recibe y
todos vitorean por el comienzo de espectáculo. El tribunal abuchea al unísono.
El sol alumbra anaranjado y me permite ver como el polvo flota cuando el viento
desaparece obligado por la construcción arquitectónica, de concreto y madera,
de acero y cables, de fantasía y hartazgo.
Estoy caminando por los cordones del viaje. Soy el espía del
sueño de flores. Desciendo por el miedo secreto que nos conducirá a la
redención del entendimiento.
El palacio desinflado, el desierto con un gris y azul lunar,
árboles de colores; todo tendrá su lugar asignado; y el sendero, un salto
diferencial. Nuestro verano de cristal e himno a la satisfacción del amor.
Te quedaras en mi cuando desespere de soledad.
Lunes.
El cielo debería cantar nuestra zaga diaria.
Siento que es interesante la forma en la que se muestra la
inédita esperanza y portal de magnificas fotografías para biografías de amor,
equilibrio y compensación del pasado tormentoso. Relamiendo quimeras de
revolución, voy con la vista al frente absorbiendo la calidez que hay en esa
configuración magnifica que todos llaman cuerpo. Pero nuestra conexión es
sideral, y no suelo arroparme con la vestidura que el gentío ocupa. –Es mi
especialidad el rol de aladid cuando el achaque de los sentidos pide la puerta
grande- no podemos arrodillarnos, estamos a una legua del lugar de galardones;
el circo máximo ya nos duele. -¿en que debo pensar? ¿A quien recurrir? Si es
que el padre del alma me abandona, tú también deberías cantar nuestra zaga diaria
¡Ho, mi dulce tormento! ¡Déjame inflarme con tu aroma! ¡Transpórtame a la
bóveda celeste! (estoy enflaqueciendo mis dudas).
Martes.
Un fuego nació en la arena mientras el árbol liberaba hojas
del otoño; quise elevarme en ese instante.
El mar se encabronada contra la costa y los pájaros no se
acercaban; intente saltar en ese instante.
¡Nuevos loores al color de la tarde!; ¡quise fundírmeles!
Me llegaba un sonido bajando de las montañas; quise
entenderlo pero el instante no lo permitió.
Todo vivía y parecía danzar un ritmo propio; intente
imitarlo con intuición.
La cúpula de nubes parecía enferma; ¿lloverá? Me pregunte.
El paisaje parecía fantasía.
Allí estaba yo, sentado en la arena gris, con un velo
distinguido. Mi cuerpo despierto. Deseaba tanto una compañía duradera. Y cedí
al instante hipnotizante, sin peso en la nuca, rápido como al principio,
olvidando mi egoísmo impertinente.
Ahora vuelo, y la sonrisa del dios ilumina el recorrido.
Oigo el grito en coro, comienza mi salida de la tragedia.
¡Conozcan al rey, tumben su portal y lo verán! Es decadencia
y aflicción; juega con sus pinceles; desordena al mundo; es el reflejo.
Miércoles.
El deseo de cambiar:
Es ella quien danza en el centro del corro de anhelantes
poetas en variedad. Los cabellos rojos y en suspensión; extiende sus
extremidades como si flotara con la brisa mañanera, en donde el resol hacia
brillar. Voy creciendo mientras la observo dominar en cámara lenta. ¡Que
visión! El valle se estira detrás. Y todo parece persistir sin tiempo. Imagine
la eternidad. Puse lágrimas en la obra.
Ella rechazo el futuro huyendo de mis ojos, me puso en cruz.
¿En donde están los sueños fraternos? Este es el principio de locura. La
habitación se agranda en la oscuridad, el viento flagela regalando invierno, la
soledad castiga con vigilia e insulto tu tranquilidad y desprecio. No quiero
más momentos ambiguos como este.
Jueves.
Para todo aquel actor de la sugestiva propaganda de
mediocridad análoga, ¡sinfonía de fuego en diluvio!
Estamos dentro de una botella en el océano oscuro aguardando
llegar a la costa cualquiera. El aire se acaba; llevamos los ojos tapados; y el
primer pensamiento de esperanza es esa triste tortura de la que nos reíamos
cuando la obligación de conversación se nos instalaba en la noche o en la mañana,
después de una prolongada separación, casi con vergüenza y temor.
Creímos en la promesa de dios, pero nos falto fe.
Llenos de preguntas viajamos.
Siempre parece que el día se repite.
¿Cómo salir de este espacio?
No existe la prolongación del portento amor ni la idea justa
de felicidad.
Estamos hinchados de anhelos.
Nesecitamos mirarnos mas.
Los pájaros acechan nuestra tambaleante suerte. No podemos
escondernos de lo que vendrá.
Viernes.
Del cuerpo quiere egresar el soplo; la bóveda celeste se
oscurece; se elevan los llantos de dolor y nace la sensación de persecución sin
corrección en la reflexión. Nuestros padres están en plena siesta.
Se nos empobreció la idea primigenia por falta de hechos
¡quisiera sacarme el reloj del intelecto!
¿Cómo alcanzar la felicidad de la niñez?
Hay un largo discurso que exige el oído de quien ame, y en
eso vaso mi obra de símbolos.
El alud avanza asfixiando la ciudad. Estoy en el borde del
planeta esperando, imaginando que gritas mi nombre sabiendo que no habrá día
siguiente.
¡Quiero experimentar una improvisada venganza y un desenlace
acorde al dolor recibido!
-mi obra de símbolos se termina alcanzando a comprender que
debo olvidarte, mi condenante niña.
Gesta:
La imagino sentadita en un
pedestal entre nubes amarillas flotando en el cielo con lluvia de estrellas de
fondo. Los pájaros en coro cantan a su alrededor cuando el sol libera los
cabellos rojos al planeta desinteresado.
Mi esencia esta en revolución.
Comienza el periplo de heroicas
conductas e impresiones para burla infantil.
Te dejo entrar por la primera
puerta de la mañana, cuando todavía estoy en sueños. El soplo irregular avisa
en la ventana su perfecta presencia y, las gotas kamikaze no están, se fueron
con el desfile de nubes oscuras a recorrer otro paisaje mas apartado del
concreto y los cables eléctricos. ¡Que suave se presenta el tiempo! ¿Cómo pude
descuidar la cacería de lapsos asi? Estoy en el centro de la imagen, creciendo,
parado recibiendo el alubión, hipnotizado. Se que hallaré detalles que se
quedaran, -Danzas en la cecera-. Entonces, doy tres pasos y el perfume del
recuerdo me invade sugestionándome en el acto, atrayendo el síntoma de su
presencia en la habitación, mirándome, como si no comprendieras porque soy asi.
¡Oh, cuanta historia me rodea!
¡Es tiempo de romperse los dedos!
¡La gloria obliga!
El deseo de remontar la ola
nocturna se ha instalado y los pájaros gritan, más fuerte, burlas al carácter.
Pero te veo con un contorno celeste y todo paraliza; el pelo a un costado…es
imagen narcótica-¡si pudiera tiranizarte!- llena de suspiros.
Comprendo que estoy esclavizado…
¡Muy bien, bien!
Este es el punto preciso.
Nos espera el otro lado.
Comencemos colgados del sol;
flotemos en el centro del océano infinito. Formemos parte de la filosofía riéndonos
en el camino.
Siento el zumbido viajero. Todo
quiere irse con el viento. La luz acaricia.
Nos separamos y estiramos el alma
hasta el limite con la nada; un perfecto asesino para la carne limitadora- el
color se duplica, los lado se vuelven uno.
Entonces avanzas por el living y
el cordón de plata duele- demuestras una figura poderosa- me obligas a la
condena ¡la dulce condena!
Y yo veo como caminas y me adormezco
en tu hombro pequeño. Siento irme con el aroma de la amanecida al mediodía ¡que
viaje lento u locuaz! No quiero regresar
-decisión de seguir-.
Momentos
que hipnotizan, ternura extrema, canciones que improvisan. La indecisión de
todos los días.
Observo el suelo y solo hay
cenizas, huellas que desconozco.
Absorbo el instante de verla
dormir.
Me juzgo imperfecto para momento
ideal. Quisiera volar desapegado de la mente que nunca abandona discurso, hundir
las manos en la nieve, reaccionar de forma animal. Soy el centro del ataque,
parado estoy formando parte de la adoración.
Deseo destruir las luces que me
muestran ante la mirada, siempre precisa, de lo que rodea. Odio cuando las
flores se marchitan, desestimo el viento sur- en silenciosa soledad, ordeno los
colores siendo el dictador- este lapso no me debería pertenecer.
“Ella” sale por la puerta,
comienza su andar bajo la nevada; desde la
ventana puedo verla rompiendo el espacio con sus caderas intimidantes y
carne que mis labios besan cuando su blancura veo. Es mi obligación la
demostración.
¡Poesía liberación en grito!
Sentado con el piano en la oreja y humo en la nariz veo curioso el
alrededor…cada cosa parece tener su propia canción…el ventanal ilumina, hay
sombras porteñas. Mi recuerdo se acompleja sin timidez. El viento golpea
enojado.
Que rato trascendente.
La bahía se curva y siento que
puedo tocarla; el cielo inmenso me abrasa.
Hay un pájaro que visita, dos
perros a lo lejos. En mi pecho danza la emoción de la actualidad.
La tarde desinstala su presencia
y los copos adormecen en el suelo, la nueva alfombra blanca caída del techo
gris y azul. Imagino conversaciones y futuros encuentros.
En el área de desconocidos, me vi
parado de repente.
Sumergido estoy en el hipnotismo
con una luz en la frente.
Entre mis dedos baila el humo y
se reparte el olvido en la testa, despojada de control. Tengo una corona de
agua; el esqueleto de sal; de mis dedos, parece furia ser.
Ya conozco el sendero de la paz y
portal hacia la muerte.
La noche reclama injurias. Pero
el día lo arregla con gestos a la dualidad.
¡Canciones de perro y gato!
¿Cómo no seguir despierto?
Estoy preparado. Quiero llegar al
centro. Junto a las nubes esta el hogar de mi nacimiento.
-Sus ojos me petrificaron.
Estoy preparado, quiero nadar en
el centro.”Ella” se alimenta de las estrellas. – Del coxis al cuello quiero viajar.
Odio la espera que produce el
deseo.
Pido un salto en el reloj que me
libere del ancla temporal y, ser un completo participante de la comedia que se instala,
casi por oposición, al normalismo adecuado.
Veo una garganta sin fin en la
mueca cansada de tanta alegría. Siento que me voy. Pero dos manos acariciantes
detienen mi vuelo haciéndome regresar al plexo desnudo ¡que precioso valle!-
realmente quiero llegar- en su cabellera me sumerjo como en el mar.
Se que estoy preparado. Del sueño
despego mi mente y me acomode en nueva postura adentrando en el ahora.
Hay tres soles en el techo;
gobierna el amarillo. Se esparcen detalles para el recuerdo, canteras repletas
de emociones.
Veo al cielo transformarse y las
nubes se estiran buscando refugio alejado, brilloso, certero.
Me quedo en trance. El coro de pájaros,
deambula a mí alrededor sosteniendo la nota en el mismo nivel preconcebido,
surgido de ensueños premonitorios llenos de calor con gestos de “ella”, epíteto
de felina perfección.
Ya no me resisto al embrujo.
Con la frente en el suelo me
percibo.
Es el preciso momento para
dejarme ir por la punta de los dedos exhaustivos. Avanzando voy.
-¡Como de vigilancia!- Fue lo que
me dije. Era una afronta cruel y estúpida, sobrepasando mi buen sentido.
Miradas y detalles entre comas. ¡Bien, bien! Imaginé, a veces, expresando una
mueca payasesca, ironía in extremis, hasta el hastío.
-¡Debo continuar!-Pensaba.
El soplido parecía nunca morir en
la ventana.
Siento el espacio tan íntimo. –Y
el humo flota adornando la luminosidad, y el desorden no importaba, ni siquiera
las botellas en patota-. Soy un icono de la dualidad, una efigie adornada.
(El recuerdo mejoró al escribir)
-¿Y entonces?- Me pregunte - ¿Qué
es esto?
El lugar se achicaba y deformaba,
levemente, la percepción métrica.
El humo blanco efectuaba su
embrujo dulce.
Dejaron de interesarme, la
disputa en clave y la arrogancia de mi carácter al comprender mi lugar de
amenazante.
Ahora, no puedo más que reírme a
la distancia, fingiendo que no me importa, con un cigarrillo que obliga al
consuelo.
Observar analíticamente tu larga
espalda blanca instaló en mi pecho latidos de paz en la amanecida e, hizo que
todo brillara con nueva intensidad ¡y ahí estas! A mi lado, sumergida en
privados sueños; y yo: recorro tu columna con mi pulgar, predicándole fantasías
a la película mental.
El entorno silencioso.
Me quedo gravitando en mi acto
singular.
-Jamás comprenderás quien sos.
9:30. un lunes de septiembre. Me había
esforzado en levantarme, el día era esplendoroso cuando corrí las cortinas para
ver el cielo. El aroma de “ella” estaba en mi cuerpo recordándome la noche que habíamos
tenido. Entonces ocurrió, tuve que hacer el café. “ella” se duchaba. Café y
cigarrillos, con Miles Davis de fondo, triste y azul.- siento que de la frente
me sale un río. Lo imagino turquesa, con flores de Almendro; y, el río se
disipa en el aire de la cocina iluminada por ventanas generosas- soy interprete
de la comedia de dos, un fantasma en el instante.
La veo caminar, soy presa del hipnotismo
que me produce. Revoleando la cadera se acerca para besarme. Una vez más, me
sumerjo en su boca hambrienta deseando jamás regresar de su cuerpo al vacío que
produce la ausencia de su presencia en mis ojos detectives. No desprecio
detalle alguno.
Asi, todo atontado como estaba, serví
café en tazas acostumbradas, mientras el sol me alcanzaba el rostro en el
momento justo.
Y nos sentamos mirándonos como
chicos. El vapor subía con su perfume y el cigarrillo en mis dedos descansaba
¡cantaba! Moría.- ¡tu piel se adueño del entorno!
¡Bien, bien! ¡Otra vez flotando!
La fotografía me absorbe.
Entonces, siento que alguien me
llama en la nuca. Desciendo; rearmo la realidad otra vez y, comienzo la
conversación con un:
- ¡quiero morderte la cola!- a lo
que “ella” respondió con una gran mueca de tierna alegría.
_ Que buen día has hecho- continué.
- ¡gracias! Es un don que tengo-
me dijo. Luego bebió de su café y se fue caminando hacia la escalera.
Las plantas se morían en la
ventana.
Espero los diablos me vengan a
saludar en tropilla desfachatada.
Todo se ordenaba y el cielo gris
se encapricho con el aguacero. Las gotas caían. El wendigo de la radio se
quejaba. Tenía un zumbido en el oído.
Las ganas de reposar en la
alfombra, me invadieron. Acomode el mate y me dispuse.
El sendero se extendía desde mis
pies.
El instante tiranizaba. El porro descansaba
delante mío, mientras la decisión que “ella” escogiera, me carcomía el espíritu
con preguntas y confusiones infatigables, para nada absurdas.- ¡carajo! ¿En
donde quedo la danza del alma? ¿Es que no existe el olvido elegido? ¡Carajo! ¡Carajo!
Veo a la lluvia ser gracias a la
estela que producen los autos en la avenida central. Desde aquí, los comparo a
una prosecion católica en la noche, un desfile terrorífico, cual cofradías de
penitentes ibéricos.
Y al prestar atención a la
música, comprendí que se reía de mí. Guitarra quejosa y percusión de
locomotora, el bajo robotizaba los movimientos en ejecución. Entonces la vi,
“ella” caminaba como un gato en la lluvia primaveral, sin permitir que el clima
la limitase en el regreso, en el andar, en su estilo.
Aquel rincón parecía caricatura
de televisión –lo guarde en la memoria.
Cambie la canción…
…y espere que el cielo se abriera
¡que el sol saliera! estaré mirando el paisaje.
Sobrellevando la película.
Es un típico caso de introversión.
El humo blanco salía de mi boca
empujado por las palabras del monologo.
La puerta se abrió.
“Ella” entro.
Nos besamos.
Piel fría y cintura en mis manos.
La puerta se cerró. Y en el lugar,
todo resplandeció, vivió, transformó, cuando la puerta se cerró.
Rememoro:
Soy el perfecto ciclotímico.
Siento estar en la berlina.
Hay caminos de polvo y cemento.
La tierra se levanta.
Visiones bajo el potente sol.
Rostro de la memoria. Manantiales.
“canto, salto, luz…”rostro de la
memoria.
Manantiales en el futuro.
“Ella” parece el resultado de una
fantasía que hace tiempo vive en el sueño. La contemplo.
No puedo acostarme ni sentarme;
me rindo al homenaje; y en la oscuridad, soy: de mi cuerpo se desprenden
lagrimas; el infatigable; el dependiente; aquella entrañable sensación de
caricias ¡las miradas!
Me toco el plexo.
Reniego al saber mi lugar.
Lamento que tener que estar en la
berlina, en soledad, intimando con la oscuridad, navegando en el océano de la
temporalidad y obligación de humano (el contrincante, eso que me impone el
espejo) ¡castración! ¡Me han dibujado!
El sol que imagino.
¡Visiones bajo el potente sol!
Fui perdiendo en el camino los
rulemanes de la razón, la razón científica, tan absurda en este ahora
compartido y femenino. Las nubes gordas me acompañan.
Una felicidad suprema llena mi
cuerpo; corramos juntos hacia la tibieza del amarillo del sol, seamos eternos
amantes.
Me veo diluido en variadas
sensaciones.
Cada paso que doy deja una huella
para seguir mi rastro. Puedo ver como el horizonte regala tonos que mi paleta
desea tener. Se sueltan aromas traídos en el cuerpo de la brisa, penetran en el
yo viajero de senderos. El domingo lento.
Ensueño de atardecer.
-No me abandona su piel.
Y los segundos muestran su nueva
cara lenta; y todo me empuja hacia el crepúsculo; y aquellos pájaros acompañan
vigilando la longitud de mi sombra. -¿de que sirve aguardar la muerte? (un
creado final de capricho) ¿de que estoy hecho? Me siento ligado al anima mundi-
y la recta de asfalto, por momentos modifica su final de paisaje, de fotografía,
de postal.
Adoro poder contemplarte dibujada
en las nubes teñidas de anaranjado, y siento a la vez, que las suelas comienzan
a despegarse del planeta siguiendo el rumbo de tu llamado poderoso e hipnótico
que manosea mi latente cordón de plata. Es nuestra unión sideral. Es tu poder
sobre mí. Es tu hechizo alimentándose. Son los colores naciendo en mi canvas.
¡Te amo! ¡Todo me hace amarte! ¡Rulos!
Recordaba nuevamente lo que había
soñado: el espacio se estiro frente a mi pecho y el sol, se escondió más allá
de mi alcance extraordinario y obligatorio. Camine. Luces en hilera. Tres
esferas amarillas y el penumbroso fondo. Todo era bueno y real. La música
llego. La frente se me abrió, salio una brillantes azul, como fantasmal, y los árboles
silbaban, y los costados se hicieron certeros. Regrese al “sin mi”.
No pude desviar el rumbo de los
asuntos, no quería desorden ni terror. El aire se perfumo por la gracia del visitante,
al nacer de los arbustos- quería agua en todo momento.
“ella” apareció. pero fue como si
hubiera estado desde algún principio distinto al que yo conocía; y sonreía,
avanzaba, descargaba sus pensamientos “aquellos”, como agua entrando en mi oído
conciente de todo ruido cercano y por separado, en orden egoísta y no de mi.
El azul fue más gris. La frente dolía.
Estaba lejos del paso primigenio
dado al comienzo del viaje.- hay un color saliendo del resplandor, hay armonía
y amor, hay música, hay piel, hay paz y dos gatos en caricias…en fin: siempre
hay algo bueno cuando nos besamos.
Sentía su piel, la veía
contonearse, liberar gemidos. La veía unirse a mí. Nuestros cuerpos eran como
crema.
“ella” transformo.
Ya no era “ella”.
Inexplicablemente.
Caminaba hacia mí, que era uno
solo. Quería posesionarme.
El miedo se anuncio, creció.
Entonces, arrojándola al suelo le apunte al ojo con una pistola fría y oscura.
Dispare.
Me desperté.
Lleno de angustia la busque.
“ella” dormía abrazando mis
nuevas lagrimas.
Me tranquilice y en el café le
relate: que al instante preciso de jalar el gatillo, su rostro en mueca preferida
hizo intromisión entre la bala y la victima elegida por terror. Pero no vi
sangre, no vi el resultado ni el significado- me mantuve días afligido.
Hoy nos despertamos abrazados, nos miramos
reencontrándonos. El tiempo parecía diminuto, lo utilizamos para la risa y
palabras acomodadas. El sol se inmiscuía entre las cortinas azules para
arrastrarse por el suelo alfombrado; el sol, entre las nubes como techo gris. Pedí
ausencia de viento; el frió ya no importaba mas; la costumbre, el sur, la
resignación, el astro se anuncio poderoso, se percibía la energía, el calor.
“ella” caminaba hacia la mesa en
donde el café aguardaba liberando vapor, mientras yo llenaba la segunda taza
blanca. Podía verle la piel del escote, los cabellos posados en los hombros,
descendiendo como avalancha azabache; y el cuello, y la boca, y los brazos
desnudos, y el rostro entero, y la mirada, y las manos y piernas, la cintura y
todas las curvas cercanas al plexo. “ella” me agradaba mas en las mañanas.
Me di vuelta y sentándome a la
mesa con los vaporosos posillos en espera dije:
-la bóveda celeste esta nublada
hoy, talvez llueva.
-siempre llueve aquí- respondió.
Encendimos los cigarrillos. Mi
primera calada fue profunda, con ganas aguantadas. Sentí que la garganta era un
túnel por donde el humo azul salía denso como si fuera la quema de hojarasca húmeda.
Las ventanas abiertas, sin frió
el día.
“ella” había colocado un disco y
la música se paseaba lento por la sala, por la cocina, en la escalera también
estaba, por las habitaciones. Era un nuevo aire perfumado casi lo que mas
dominaba, lo que se apropiaba del instante.
El semblante cortado por el
vapor.
Dos personajes.
La amanecida.
De nuestras bocas las palabras
desaparecieron sin que nos importasen.
Lo visual es fantástico,
personal, dos miradas distintas de lo mismo. Sin molestias mundanas, sin
distracciones, “ella” y yo, el cigarrillo y el café, el sol y el clima. El horario
que apuraba cuando lo reconocí. Todo.
El sol renace en una de las
esquinas de la ciudad, en donde las montañas se difuminan con el horizonte
anaranjado y nubloso. Mi niña flota entre las mazas amarillas que parecen
infladas, suaves.
Hoy estoy solo. Siento en la piel
el advenimiento del otoño; una conjura de los dioses.
La amanecida muere naciendo la
mañana que me obliga al mediodía.
Estoy descansando un dolor
acostado boca abajo. Escribo. Pienso en “ella”. Sonrió. Me rodea el silencio y
me alumbra una luz tenue la hoja en la que escribo.
Por la ventana, veo como avanzan
el gris y la lluvia futura. Mi canto mudo empieza.
Temporada que se ha vuelto rara.
Ángulos en la esquina haciendo
una enorme “Y”. La puerta esta ligeramente abierta y mis oídos, están
endulzados, exhaustos; incierto aroma vagabundea jugando en el éter a no
dejarse hallar el nacimiento, me desorienta… ¡es el fantasma! ¡Es el momento
que no descansa! ¡Es recuerdo y orgasmo! ¡El punto exacto! – de pronto todo se agiliza
y retorna en pelotones de sustos, queriendo la imposición de sus torturas de ficción
y comparación de lo ocurrido, cuando la carga era otra. Pero me desenredo y
vuelco el veneno en la hierba pisoteada, en donde la huella hunde profunda. No
quiero desesperos; deploro la imagen de lo estupido y perfecto producto de
propaganda juvenil. – el sol descansa detrás del monte. La subida es ligera si
se deja el cuerpo. La educación recibida de nada sirve. Solo ir… no sabremos el
principio. – Y son las sombras en la pared, la ropa en el suelo, el cigarrillo
que humea lo que me indica la presencia de la nocturna- jamás se detiene el
segundero ¿Qué hemos hecho?
Imagino que atravieso paredes,
que ordeno paisajes, que las cosas en mis manos se escurren sin poder
apreciarlas con el tacto, me introduzco en la esencia y me domina, me hipnotizó
fácilmente, me juzgo, como un niño me veo volando sobre la ciudad, como un
enamorado la visito, aprovechando la oportunidad, recorro continentes. Imagino
que la noche se parte a la mitad y las estrellas se acercan, the sun saliendo
detrás de las cortinas oscuras, la redondez del planeta, modifico colores
cotidianos del entorno, construyo arquitecturas complejas y me introduzco en el
papel, danzo con las palabras y las letras incorrectas, floto, de a poco
regreso de donde Salí y fue un buen paseo y lo vislumbro, es la llegada, estoy
acostado, estoy escribiendo, estoy fumando, estoy escuchándome, estoy con
sueño.
Confesiones de conciencia.
Situados en donde los días son más
largos, los rostros comienzan a multiplicarse y parece que la adolescencia estuviera
tan firme como antes, causa de los rencuentros y viejas tradiciones: defecto en
los años que se acaban, la mancha tricolor.
Se me instala, molestándome, una
sensación de espera, – hay un lado concreto de mi que no quiere entender - los
despotismos del horario.
Aprieta la soledad.
En las sombras se ocultan, en el
silencio crece, el canto de los pájaros me lo trae ¡hasta los muebles me los
ofrece! son los recuerdos veneno.
Mi sangre se arrastra.
Estoy sedado.
Tengo los oídos en el corazón.
Hay una larga melodía que no dejo
de evocar.
¡Resoluciones!
¡Comodidad!
¡Los dioses que juegan!
Un demonio danza dentro de mi
galera, me recita confusiones dilatantes.
Siento que la golpeo.
¡Los dioses que juegan!
Hoy, solo pienso en los errores
siendo injusto.
A
Sobre la
repisa descansa la fotografía, entre los libros esta.
Los días
parecen acomodarse al verano calido, como si el sol quisiera mostrarse más de
lo acostumbrado cansado de la envoltura gris que abraza la ciudad; se rompen,
se agrietan, derraman ríos las nubes a lo lejos, en la línea del horizonte.
- un
automóvil exigido finaliza el embrujo, recaigo en mi postura.
En las
amanecidas soy un gran metafísico.-las tardes se siestan, las noches se
exploran.
Yo, continúo
mirando a lo alto.
Yo,
fantaseo infantiles novedades.
Yo me
transformo.
Yo vuelo.
Yo reluzco en el amor de otro. Yo
soy el otro.
Yo soy “ella”.
Yo, soy el viento melodioso, el
silbador escondido.
Yo soy espectador.
¿Es que no han visto?
¿Es que no han oído?
Yo soy el que habla.
Yo soy el del espejo.
Migraciones corporales, el
destierro de la idea que molesta.
B
Recorro el pasillo, la casa esta
llena de silencio, los fantasmas se han ido. Contra las ventanas golpea la
lluvia cerca de las navidades. Rememoro cuestiones para la discusión; traslado
consolidando hacia las ideas plásticas la energía de la tarde. Nacen
paradigmas. Las fotografías se entristecen al mostrar un pasado de, ahora, pura
melancolía. El último cigarrillo deja su rastro en el aire; entonces: descubro
mis galopantes ansias de salir a la ciudad, de vagabundear.
-lluvia
tibia, no lo imaginaba- se quedara en la ropa-molestaba-sabia hacia donde
ir-miento, lo se- había una niña en la basura- y me asuste- he hice muecas a un
dios imaginario- pero no corrí- salte sobre los charcos- me reí de mi- me
deshice del sombrero- y mi ofrenda elegí- inclinándome en el barro- escupí
diciendo: -despreocupado-¡malditos días!- ¡Terrible dios!- ¡hombre homicida!-
me despojo del dolor- ¡Aquí me quedo!
Se que querías
ver, se que la forma es didáctica, mi discusión se plantea a todos; se de los
esfuerzos, de los detalles – mi sonrisa se despierta, estudio la atmósfera
llenando mi nariz con la fragancia del aire que nos envuelve (construyo grato
recuerdo)- y sabes de mi piel, mi gemir. Me permito nadar en tus suspiros
descifrados, me anclas en vos ¡lléname del potente sol!- soy un gato en
intimidades; de mi frente se dispara la imagen constante del saltarín retrato
que creció en el papel prometido tiempo a. sos la confirmación de mi corazón. Quien
acaricia espíritus adorna almas. Un nuevo perfume que se escabullirá en la
multitud, quien me shockeara en el recodo imprevisto, el anaranjado del
atardecer, la enjabonadota de mis baños, sos la espalda que contemplo en la
mudes de la madrugada, todas mis erecciones y el canto que a mi felino
adormece. Eres mantra cuando tu nombre rebota por las paredes delgadas de
nuestra “segundahome”. Entíbiame los sueños, narcotízame en cada inhalación.
El cielo
parece una cúpula gris sobre la ciudad, las gotas de lluvia se acuestan en el
suelo y hacen mas oscuro el asfalto; los árboles brillan, los arboles
vagabundean. Inmóvil en mi sitio observando como duerme el mar mientras un
pequeño recuerdo se acerca bajando por el “bigside” de las montañas
decapitadas, allá, lindando los empapados barrios desordenados.
Me despego de la espera y dando
el paso seguro, reordeno el calendario.
Con el sonido diario, con la
postura acostumbrada y casi condescendiente, con la gracias de aquellos
actores, transformado en canción camino el recorrido conocidos; con el descanso
detrás, tergiversando humores, moviéndome
entre la gente.
El ultimo recodo del barrio, con
las gotas compañeras.
Las palabras que golpean.
¡Ay! ¡Viernes!
El paisaje
esta deforme y la ciudad se presenta desde otro ángulo más elevado, en donde
los techos se transforman en un mar de chapas y los cables cortan la metrópolis
sureña. Una fogata se anuncia en la colina. Los autos parecen más rápidos
cuando el sol aterriza con furia demostrando poder.
Mi rostro esta enmarcado.
Llamados ignorados que llegan en
tropel.
Salgo a la vereda.
El Beagle como espejo.
Podría flotar para descansar
sobre el glaciar, bajo el cielo despojado de nubes.
¡Cocinarme y derretir la nieve!
Entre colores soñar. Que el
perfume de los árboles me haga soñarla.
Todo brilla y deforma.
Soy un eco interminable perdido
en el aire.
Veo cuarenta mil caras.
De repente, el salto se concreta.
Mi presente se atesta de palabras que golpean siendo cascada. Solitario estoy
con la espalda en llamas. El dios ignorado regala un fuerte dolor que empuja
los ojos, me moja los ojos y se ensaña con las sienes.
-la escucho dormir.
-la lámpara no me salva de la
oscuridad.
-siento el agrio sabor de algún
error.
-¡quiero realidades espirituales!
-el éter esta marchito, es un
aire envenenado.
-¡nuevas realidades!
-olvidarme en el cajón mas
discreto, entre polillas y silencio, olvidarme de este ahora.
-“ella” sigue durmiendo.
-desaparecer.
-soñar.
“Ella” esta lejos, en el centro de la ciudad.
Pesado el aire de las horas
lentas. Las compañeras danzan en corro tan idiotas.
“Ella”, paradita con los pies
juntos observa embelesada la puerta, la salida; mientras el fondo musical se distorsiona,
se arrastra la suplica.
El viento dobla los cristales.
Aun queda tiempo para la tontería,
nos esperan compradores.
Embelesada esta mí niña esperando
la rescaten.
Cuando el aire esta denso.
El llanto mudo en mi cabeza nació
en el pecho cerrándome la glotis y el ánimo destrozó en fantástica decepción:
aquello que habré de aceptar.
Dios no quiere mirarme.
La obligación de lo real me ha
golpeado la espina, doblo rodillas y compostura, me arranco ríos salados.
No veré mi luz.
Se que dios me aparto.
Gimiendo en la oscuridad, imploro
aparición de estrellas.
Se me derrite el interior, me
duelen las piernas; en el camino no hay nadie, a mis costados campos verdes que
me parecen tristes.
Dios aparto el sol de mí.
Dios me regala nubes, lloviznas, frió.
El hambre ya no esta. Dios no me sonríe.
No diré mis párrafos al niño, dormiré
sin cantar, aunque siento reventar en violetas oscuros.
Dios no me habla.
Los juegos conmigo son espera de
algo más.
Dios espera, dios espera algo de mí.
Al final del pasillo nos veremos,
cuando el “traveling” termine. Ahora, tengo el dedo en el botón rojo. Extingo
el futuro.
Penumbra y palabras –no hay
manera de alcanzarla, esta dentro de si, yo soy el maldito.
Miro libros, discos apilados en
torres multicolores, plantas que entristecen, juguetes que no son míos.
Palabras lastimaron.
¿Cuan justo o injusto puedo ser?
No necesito lágrimas ajenas.
Me arde la piel.
Soy el centro del ataque.
Soy la sombra de lo malo.
Soy el que soporta el egoísmo.
Soy el doctor en medicina.
Me veo rodeado de fantasmas.
Soy el eterno equivocado.
Y camino con anónimos.
Y danzo ficciones de mi mente.
Soy el perfecto idiota.
Cansado estoy de seguir las
palabras.
Soy otro ahora mismo.
Soy el saludo final.
La princesa es un rió, el rostro
de los sueños. Los veo frente a frente; el es la sangre azul, la princesa es un
río profundo. Los luceros caen detrás, en el ventanal. Les acerco mi color, soy
un aire denso y verde que transporta la brisa nocturna del nuevo otoño. Ellos
no pueden comprenderme. Se dejan abrazar y yo, recorro cuerpos intoxicándolos
de lujuria. Mi danza lenta.
Los veo en la distancia separados
por una mesa redonda que sostiene el hada verde y velas en candelabros. El
mantel hasta el suelo me invita a arrastrarme. La sala estira sus costados. Soy
una niebla verde. El ventanal se multiplica, el techo es el cielo, “ellos” solo
se miran iluminados de amarillo y las baldosas, dibujan laberintos en el viaje,
y sigo líneas caprichosas avanzando, mientras el lugar se expande agigantándome
la forma sin limite justo.
Transito mi rostro por la dermis
femenina (calidez de mujer) exploro bajo ropas de agua descubriendo senderos
para mi vicio, aromas naturales, sonidos musicales.
Retomamos el camino extraviado.
Dos luciérnagas sin función a cumplir, saludan nuestro regreso cuando nos ven
avanzar sin tocar el suelo. Las piedras vibran, los árboles danzan ondulantes;
vemos como el brillante roció descansa en todas las hojas, cosas del lugar. El
alrededor parece nuevo.
Viajando lento llevados por la
brisa, los aromas de nacimiento.
Y de un momento a otro, la fotografía
se transformo en blanco. Escucho los copos helados golpeando contra la ventana
y el viento, una vez mas, entona su canto potente en el paisaje adornado.
Hoy, me canse de la rutina
dejando escapar palabras arrancadas de la profundidad; hundiendo mi ego en el
barro, simplemente, libere estrofas armadas de antemano, sensible al futuro. Mi
brazo excavó y dolió. De la frente me llora un río; siento enflaquecer; siento
su tristeza y me presiono el estomago. Entonces, junto mi alegría con las manos
donándola a su servicio en el momento que la veo. Pero ¿en donde esta mi niña
constante?
Los días pasan acumulándose en un
rincón.
Los días presionan con fuerza.
Los días me succionan vitalidad.
Talvez, a mi niña no le alcance
mi energía.
Tengo a los demonios encapsulados
en los músculos y la paciencia, huye de mí gritando insultos ¿hacia donde
caigo? ¡Estiren el brazo! Hoy es el día para sentir la muerte. Soy la nueva
ofrenda para el inquisidor. Separen las aguas y vuelvan a juntarlas cuando me
vean llegar al fondo. Talvez, pueda ver el oscuro infinito y el silencio total
en un final sin vuelta atrás. Talvez, el sacrificio de algo sirva.
“ella” me encontrara, en los
aromas que doblan esquinas y en la caricia de la brisa.
¡El arco iris se ha vuelto a
mostrar!
Tan cerca el zafiro, me lleva a
un mar dorado que no moja. Todo cambia o regresa, asi lo quiso. “ella”
transporta a paraísos y el silencio, se muere naciendo el principio colorido en
mi tórax, ahora, un río hacia el cielo.
No deseo la realidad.
Deletreando el día, la extraño.
El principio recorríamos detonando risas.
Estamos sobre un bote alejándonos
de la costa austral.
Solo quiero que sea feliz.
A.
Yo me había convertido en un águila
verde.
Dos ojos había sobre mi; en el
campo celeste todo brilla; y un ritmo constante era el mapa que recorría sin
verlo, en el mundo sonriente, sueño de flores y desierto Noroeste.
La nuca se quedo atrás, anclada
en el primigenio salto, en el suelo de madera, en donde la casa sin techo esta:
luna que se filtraba para recostarse, diminuta, junto a mi que soy, carcasa de
huesos, un lucha vientos con la frente en mundo incongruente y brilloso. Tendría
que llover.
- soñaba, y tuve que despertarla.
De sus ojos brotaba todo el agua. Sentía que se metía en mi pupila - ¡anima
mundi!- oigo el eco de los abismos internos sonando en la respiración.
Las explicaciones ya no existen.
Hay un mural de ojos adelante, a
los costados y detrás, en donde todo me parece invisible.
El centro se disipa. Pero los
sonidos, ahí.
Reaparezco en otro lugar, el
conocido, en la luz multicolor y estática ¿soy de otra forma?
Y las imágenes son otras y nueva
postura corporal es lo que se siente mas en la mente que en lo carnal, casi
diluido en el olvido - el viento sopla sin caricias.
“ella” estaba conmigo.
B.
El día tres.
Creo un lugar.
Las instancias están paralelas.
Los visitantes llegan con
ofrendas comunitarias.
- ¡servite si queres!
- ¡gracias!
C.
Mi paciencia rebota contra los árboles
en otoño. Siento que me pierdo ¡siento que me encuentro! Entiendo poco y la
actualidad me desprecia golpeándome. Que difícil es encontrar el constante de
la felicidad que debo provocar. Me duele lo profundo; el vomito emocional me
ahoga. Asfixio en mi desesperación respiraciones ajenas.
El tiempo corre violento sobre mi
espalda quebrándome la fuerza cuando no la preparo. El horario se ha vuelto mi
obligación.
D.
El silencio que asusta, trae el
recuerdo de lo que fue tragedia.
El tiempo aburre y carcome alegría.
Me desplazo por azulejos helados
de colores sucios y mis pasos imitan la pesadez y el cansancio del anciano. Soy
el anónimo deanbulador de museos. Me restan varios vistazos al reloj y, por
alguna razón de tortura, me dejo inundar por las palabras de un ente oscuro,
incansable y simplón. - ¡odio su documentalismo exagerado! – los otros
integrantes del equipo se mueren conmigo ¿Dónde esta el auxilio? El ataque
penetra los huesos. Duele la frente y me desborda con imágenes de “el”; y dice
saber de pintura y pintores; y dice saber; le molesta la participación de los demás,
a quien convoco. Pero los sonidos son buenos. Me miran mientras siento que me
voy por los oídos a otro mundo que no queda en mí. Ese hombre me ataca. Su
poder me atora la sangre en las manos, y siento que me voy por los oídos…
La desolación…
(Estoy en el centro del
conflicto, las ideas impersonales chocan)
¡La canción…la mutación! Constantes
imágenes repetidas. La satisfacción que me dan.
Mi voz sus oídos.
Hay personas tricolores. Mi voz
en sus oídos.
Imperfección rodea.
Este es un día raro en mi
temporada extraña. – soy explicante de visiones ajenas en el galpón de artes.
La actualidad se impregna de
mundo.
Solo, transito el mar de cerebros
sintiendo por doquier la ausencia de “ella”.
Los quilómetros acumulados en el
saber presionan la espera costosa en la que estoy recostado.
-espero que este bien…
Ni siquiera una exhalación existió
en el día más triste.
Antes de que el sueño llegue, doy
aviso de mi soledad frente a la nueva tranquera que se abrirá y, abrasara el
denso cuento de seguir jóvenes costumbres. Remembranzas inútiles.
Hay un ejército de turistas del
arte, se mueven siguiéndose, como hormigas, luciendo sus pieles; preguntan:
“¿señor…podría explicarme?” y yo me cuelgo de las nubes con mi cuerda de plata
diciendo monólogos de lo que veo en lo circundante. – el amargo de la
repetición reposa en mi garganta, los caros ojos examinan, risitas inhibidas,
mantras de aguantar, un recorrido cansador- entonces, miro las obras y castigo
mi presencia con la monotonía laboral.
Los cuerpos se mueven por rutas
establecidas sin pensar en cambiar.
Cuando el diario sol se acostó en
el horizonte, me di cuenta de que no podría dormir en las siguientes largas
horas. Conservaba pensamientos en la secera que no querían irse o tardarían
mucho en hacerlo. Fueron puestos allí ¿por casualidad? Y aunque no creo con
firmeza en el destino, podría preguntar ¿destino? Estos pequeños problemitas
(ahora) danzaban tomados de la mano, desinteresados del hecho de que si quería
tenerlos o no. Ellos eran libres en mí. Se habían unido para incomodarme, me hacían
dar vueltas entre las sabanas arrugadas, en ocasiones, me dejaban hipnotizarme
en el techo oscuro adornado con estrellas de cartón que se distinguían en la
penumbra. Los vigorosos pensamientos me molestaban. Había uno sobre celos
ajenos a mi, había otro sobre el egoísmo, estaba mi juicio particular; el
cuarto era una sospecha incomoda. Y los demás, no tenían características
certeras para nombrar; había buenas y malas energías fluyendo en mí,
colonizándome la tranquilidad necesaria para dormir. Junto al café y los
cigarrillos esta el deseo de paz. Me levanto de la inútil cama, sentado estoy
escribiendo con “el amor es el infierno” en las rodillas. No hay proceso de decodificación.
La tinta tatúa el papel caprichosamente bien. Estoy incomodo pero no enojado,
soy placenteramente feliz. Este es el proceso de la desintoxicación. Y aunque
los pensamientos quisieron la conquista de los sentidos, armados con la confusión,
el debacle se evito, al descubrir que estaban confabulando sin secreto, al
derramar mi sospecha en los renglones de esta hoja de papel. Y es que han
sucedido cosas, lose. Pero no las quiero en el recuerdo. – sentado estoy
alcanzando el remedio, solitario bajo la lámpara cuadrada- en un rato,
regresare al colchón en el suelo, ala nube en donde mi amada duerme su
cansancio. Preciso sus brazos como bufanda, estar seguros de que los confusos e
intolerables enemigos se alejan; deseo
recostarme, again, sintiendo que limpio estoy, merecer el abrigo de su piel. La
energía aumenta. Mi palacio se levanta. Con “ella” quiero regresar. Faltan
minutos. Arrimándome a la paz, reordeno los pensamientos incansables.
Recaigo en mi forma.
Vi el cielo en la montaña, las
nubes se estiraban y esfumaban, en la distancia colores violáceos. Puntos del arco
iris, se veían en dos direcciones.
Comencé a hundirme en la tierra.
Estire mi cuello y era gigante. Seguí
subiendo y me estiraba como una goma arqueando mi espalda sobre la calle. El
sol derretía el asfalto.
Un soplo se elevo hacia las nubes
amarillas de repente.
- nadie sabia de esto. Era una
seda transparente.
Todo se dio vuelta.
El viento me elevaba. Ondulante y
preciso.
El sol acariciaba mi rostro con
uno de sus cabellos.
Alguien cantaba cerca o lejos.
Todo acariciaba. Todo brillante.
El alrededor, la sola luz.
“ella” me arrastra y devora
mientras duermo recostado en la cadencia vagabunda. Sin molestias en el aire,
desciendo hasta el pecho de “ella” con mis manos abiertas, siendo la ofrenda
cotidiana. Estalla la luz anaranjada en ondas tubulares cuando soy aceptado.
La miro y su semblante se eleva
con los ojos cerrados- ¡soy gigante!- vuelvo a curvar el tronco. “ella” flota
en su lugar, lleva las manos abiertas, desata el viento, el oscuro de su
cabellera de medusa la enmarca.
No quiero continuar el viaje,
siento que me desarmo en lágrimas.
- adoro a mi mujer.
Regreso. El sol me sigue
acariciando frente a la casa en la subida.
Su abrazo se hace indomable en la
noche. Me recubre. Quien será el dictador de mi fascinación por sus rulos.
“ella” teje su piel alrededor de mi cuello. Investiga mis ojos, la expresión de
lo que siento. – entro en el agua sin sonido ni visión, imagino nadar en la vía
Láctea desparramando el orden de planetas en la nueva consistencia del espacio
denso y pesado, mientras el sol se come asteroides que me evitan, las estelas
rojas de su rastro. – “ella” me arranca del sueño hundiéndome en café,
cigarrillos y café. Se le escapan luciérnagas turquesas del cabello cuando la
risa nace en su rostro inmaculado y liso; conjura de los dioses para mostrarme
su dominio- la reunión esta pactada. Somos el plato principal en la cena de la
inmortalidad. Nos despojamos de huesos y entrañas, conservando la envoltura de
nuestro infinito invisible.
¡Acérquense al espectáculo! Los árboles
lloran manantiales tintos en otoño.
Las canciones aumentan la
improvisación. De colores se infla el cuadro natural.
¡No soy yo! ¡Es el viento que
arrastra!
La miran…y “ella” se sacude los flechazos
con indiferencia, sosteniendo en la mano su propio coraje, de la voluntad que
aplica.
Y es más dulce este sueño que la
cama que abraza nuestro descanso interminable, incompleto.
Soy transparente.
“ella” me atraviesa.
Yo soy ese niño, y aquel niño también.
Navegando en la imaginación incontrolada, en soledad expectante.
Yo soy los colores del suelo, la
lluvia fría, el gracioso incomprendido, el eterno niño.
De mis manos salen árboles
torcidos y los trepo después de clavarlos en la tierra del fuego- una palabra
nueva en cada metro ganado- yo soy ese de la capa oscura, yo soy el rey de mi
cielo gris.
Si me ves corriendo, es que me
voy a mi pozo a dormir. La ciudad es un espejo cazador.
La bahía lejana me llama. Me
distraigo dibujando en la pared.
Yo soy aquel que no siente miedo,
el perdido en el amor.
Yo soy el niño huérfano, el
solitario, el friolento, el hambriento.
Imagino al mundo como una
pelota…la pateo…me voy con el…me olvido de mi. Duermo.
La luminosidad de la ventana
descansa en la cama. En amarillos y rojos el cielo fue. Restos del otoño
saludan el regreso del invierno. – (Se me apilan vestigios literarios)-
entonces: la mano toma el control de mis acciones cuando se lo permito en el
primer café del día, cuando regalo renglones en cuaderno, el motor impulsor de
mi flujo mental elegido. Bajo el pequeño sol de la lámpara, obligo liberación.
Se me duerme el carácter. Los dioses de caricatura me despojan de la cena en reunión
riendo con payacesca actitud al adentrarse en oscuro espacio de camuflaje; se
esconden sin dejar de mirarme. No los veo, los descubro.
El cielo suelta su lagrima
congelada. El café es puro vapor en el frió frió invierno. No se hacia donde
mirar. Me anclo en cualquier rincón.
No es el día que quise después de
soñar.
Los colores se han apagado. Me
rodea un buitre invisible. Deseo irme para dejar mi huella en la nieve junto a
los perros callejeros de la ciudad. Nadie podrá molestarme cuando logre abrazar
la soledad del momento en mi periplo hacia el otro extremo. Sin canciones para
recordar, sin importancia.
El cuarteto me zumba en la oreja
la historia de furia.
La ciudad blanca.
Se junta el frió en mi nariz al
descender del transporte urbano. Los barrios presentados ante mí. Y concibo
diferencias y un largo cielo negro. Todo se desprende al comenzar la nevada
tormentosa del raro invierno nuevo glacial dicen.
El próximo café no ayudara, el
refugio tampoco. Quedan la espera y el retorno como solución de la incomodidad
establecida en mi cuerpo, producida por la inmensidad de la visión, exagerada
con caprichos literarios de momentos difícilmente esquivables.
- Hay dos torres en la luna.
“Ella” danza en la vía Láctea. Desordena los planetas mientras recostado estoy
con mi cabeza en el sol. La veo saltarina y feliz. Están los dioses también; el
coro se ha transformado entre las estrellas que se mueven cual reflejo en
laguna ondulante. Hoy sueño despierto, sugestionado por la obra montada. Estoy
congelado viendo como todo se mueve en derredor. “Ella” desordena el universo y
mis dos ojos no alcanzan para todo el cuadro. Entonces, me regalo la
multiplicación del par en un gesto de voluntad.
Lluvia de meteoritos brillantes.
Iluminado el espacio sideral.
Me duermo de a poco en sus
carisias. “Ella” sabe de magia sugestiva.
Me duermo recostado en sus rulos
cuando lo abrazan todo.
“Ella” y su mano, los dioses y el
canto, el cansancio de la felicidad.
Me duermo en sus rulos.
Me duermo otra vez.
Extiendo
la mirada hacia donde suele estar el horizonte y solo veo el negro de la noche
tormentosa. Fría.
La noche
termino mal; el día comenzó bien.
Hoy me ocurrió algo extraño, me salí
de mí. Pude verme acostado junto a mi sobrina cuando me levante despegándome de
la espalda. En todo momento el cuerpo tironeaba para volver. Y me pare delante
de la puerta del baño cerrado – "el" se encontraba allí- ; hundí el
rostro en la madera, de repente, caí en el cuerpo contenedor. Dormido todavía, sabía
que no soñaba. Abrí los ojos, todo era como lo había visto. Entonces dormí; y quise
salirme otra vez. Era difícil retomar esa conciencia, despertar el alma. El
tiempo se hizo inexistente, el recuerdo no era tal. Asi, sin saber, me encontré
viéndome la nuca; empuje hacia arriba y me caí de la cama al suelo, me pare,
“nos vi”, me desperté.
Es rara la remembranza del hecho,
parece no haber ocurrido; escribirlo es, como una idea que me nació en la
mañana.
Los cabellos del sol rebotan
contra el blanco de las montañas encegueciéndome. Soy algo minúsculo en la
ciudad. Los copos, la nieve se ha quedado en todo el suelo, en todos los
jardines, en el asfalto y en el paisaje. Asumo el ahora con nuevo semblante.
Reparto alegrías, colores en papel.
“Ella”, intensifica mis
modalidades de precaución palabreando en los detalles específicos ¡fantástico! pensé
yo un día, después, esta muchacha lo abarca todo.
El mensaje llega de lo lejos,
rebotando en los techos multicolores, de chapa, una y otra vez buscándome en
donde este siendo de nuevo yo. “Ella” se infla y lo deja salir dividiendo la
ciudad.
Dirían que la imagen no existe
¿Cómo sabrían? Los colores son míos, puedo contarlo- reclaman los acompañantes
urbanos un poco mas de lo acostumbrado, pero abro mis manos que juntas estaban
liberando al arco iris en cascada que se escurre por entre mis dedos iluminando
el cielo, provocando la desviación de su atención, cacheteándolos en la mera
jeta. Entonces, liberado el circo social, hago mi mensaje viajar, como un
piedraso, cortando nubes, directo hacia el destino. “Ella”, casi siempre en mis
ahoras. “Ella”.
Como si estuviera aca…con esa
piel que mi mente desarma en nudos inconexos cuando la miro entera abierta la
puerta del baño y todavía el vapor. Los cabellos oscuros se recuestan en los
hombros después de tanto viaje circular; y brillan…y ahora solo pienso en
danzas femeninas.
Pero la imagen se reestablece con
rapidez. La extraño con pesadez en la memoria.
Me levanto lento de la cama.
Excitado ¡eso! Dando carcajadas.
En la habitación el frió se
retracta.
Regalando armonías para la
admiración, luz y tu rostro es mi fijación.
Como en un espejo nos veo,
Cada centímetro lo veo.
El camarógrafo invisible que
exalta tu virtud.
El perfume de Govinda paseando,
danzando en la encuadernación de su sexo, en su plexo, saliendo del centro.
Nuestra cama, nuestro campo de
batalla.
Y tan
lejano el primer episodio regresa en piel. Y como si se arrastrara por el piso
(la alfombra roja) nos domina la sensualidad de los amantes sin discordia.
Música, cielo y relámpagos.
Yo, en el interior; yo, en el
campo abierto; las nubes, el techo de nubes grises.
Los dioses divertidos pelean el
mundo natural, e interiormente, se desatan en mí al penetrar, hondo en “ella”,
el paisaje de pintor.
Caléndula solitaria.
Me
arranca lagrimas el viento frió del atardecer, no me suelta. Hay un canto en la
lejanía dando el aviso de próxima cercanía.
Comer tu dulce boca aroma Sativa.
- soy el
escriba de nuestras alegrías.
Me despierto como el niño mágico.
Mis ojos, dos ríos que se alargan sin control. – pude leer lo que mis paredes sentían
y les regale mi alegría ya incontrolable. Mientras transformaba lo visual en mi
canto de colores en liberación circunstancial y fragmento del universo teatral
que me asignan, los esclavos, los iguales, los hijos de mi tiempo.
Oí lo que
decían las paredes.
Rodeándome la cresta como una
corona, la soledad baila atormentándome, en casa ajena, donde reside lo que
ennegrece situaciones de interacción obligada. – soy el nuevo arlequín en la
cabecera de la mesa, el imán de las miradas, el estupido comodín, el idiota, un
sin fin de categorías jóvenes.
La decisión ha sido tomada…y nos
fuimos.
Brillaba el costado doble de la
ruta al comienzo; y los pensamientos, que eran lo que más resaltaban en mí, sugerían
que extrañaría, pronto, el dejar atrás. – sentado estoy con dos.
No logro alcanzar la sensación de
realidad observando el compás del bosque que rodea- ¡y la amo!- ; el flujo del
agua de vez en vez, toda la nieve acumulada, brillante, certera, de forma
precisa recostada en el suelo, tan helada como parece ser, tan brillante y
vasta. – tan ensoñadora la visión cambiante.
Las exhalaciones se mezclan, tan
de repente se muestran las corazas humanas.
Nos acompañan las ventanas y las
palabras de obligación recaigo en el personaje que exige. Entonces, me desapegó
sepultado de paisaje a desmembrar para configurar mi nuevo secreto escrito.
Nadando la sinfonía de tres días.
Suben,
bajan, rompen y explotan, los compases que descubro en lo que veo: el cielo se
estira para anclarse en los costados del mundo plano- el cielo es una cúpula
celeste- sol de media tarde, nubes esfumadas. Docenas de aves veo en parejas al
borde de la construcción en línea (la línea recta interminable). Estamos en una
caja de acero que nos acuna, encerrados y obligados por el deseo de traslado,
en captura de un nuevo sol, a la pesca de la luna perfecta y de las estrellas
que hace tiempo no vemos en completa reunión, danzando en el perfecto escenario
infinito. La Patagonia. El
dios me hablara certeramente subido a un cacto inmenso y me dejara repartirme
entre el polvo vagabundo y el viaje astral (más mental que real). Descalzo en
el suelo, acariciado por la brisa, dispuesto a soltar el anima en un suspiro
nacido de la imaginación, de la visión brillante, sonante. Durante el canto
terrenal.
Nuevamente el atardecer se
desparrama por todos lados en colores desprendidos del anaranjado y el violeta,
más celeste que violeta; hay un amarillo oro y un blanco que solo encontré en
el cielo Patagónico: un blanco con aspecto de infinitud. Las nubes son
gigantes.
Que encuentro tan invadido que
reflexiono en toda soledad, y me asusto, por momentos, en los que el cierre se
hace justo, completando la vuelta a los agresivos pensamientos que buscan mi
dominio.
- ¿Cuál
es el equilibrio justo?
Los quilómetros seguían uno
detrás del otro llegando en caricias. – Sigo estando incomprensible- la noche
viene arrastrándose en lo lejos de nuestro costado izquierdo. Entonces,
decidimos la pernoctada cómoda del hotel más conveniente.
¿Cuántos demonios me acusan de
ser su carne favorita? O es que odio saber que voy rumbo a Buenos Aires. ¿Estoy
destruyendo mi deseo?
Amo a mi mujer.
_ ¿estaré construyendo un
venenoso deseo?
¿Qué sucede en esta vuelta?
No quiero desmoldarme.
¿Qué detalle esta huyendo de mi
alcance? ¿Cuan grande puede ser?
Un algodón volador me enseño el
cielo pasando por mi costado. Los colores de la bóveda celeste variaban en
suaves degrades, abrazándome, recitándome poesías…de tranquilidad. En la fotografía
tiempo y lentitud aparecían abrasados, cayéndose sonrientes en el horizonte
alumbrado, distante, gigante; deslizado por el contorno terrenal, el sol de
Patagonia.
Entonces, las gotas comenzaron a
caer sobre el suelo inmenso, el perfume de la tierra se levanto con el viento
que nació- trato de quedarme, pero el cielo me estira el alma, y lo siento en
la frente, detrás de los ojos, en la tristeza que me domina. Es como si hace
tiempo no me hallara parado en equilibrio. El estar ya no es bueno. Se me
escapan toneles de lagrimas que busco retener. Nesecito una canción simple que
no me castigue.
Buenos Aires se muestra de a
poco. El cielo nocturno es anaranjado como techo en fuego.
Al avanzar, los nombres conocidos
aparecen en el verde de los carteles viales que cuelgan de los postes; los árboles
en orden en las veredas rotas. La lluvia que hace a los barrios más feos.
Barro. Miles de personas amontonadas- ya se acabaron los campos verdes del sur,
las estancias.
Quiero ser un niño otra vez para
ser en paz sin explicar o pedir perdón por mi estupidez.- quiero despegar la sombra
de los edificios, de los hombres, de los árboles plenos de hojas; y el pasto
con roció, tan brillante, me acaricia la mirada colmada de paisaje.
Todo parece ficción.
Las altas luces del cielo
desaparecen en el adentrarnos hacia el centro del gris estructural y vidrios
ventanales esclavos del marketing variado. Las casas parecen vacías y son pocos
los que pasean la noche a pie.
Puntos estratégicos de
alcoholismo. El humo blanco se eleva en secreto en la capital de las ciudades.
Huelo el polvo húmedo en la brisa
mezclado con la hediondez de los basureros barriales, donde las zanjas con el
costado de las veredas con tierra y pasto.
Veo perros, veo autos, veo
canchas de poesías heroicas, absurdas para el desconocedor de las alegrías
simples.
Llego a Buenos Aires con la canción
de mi adolescencia en los oídos del pensamiento por el recuerdo agrio.
Me introduzco en el circuito sanguíneo
de la metrópolis. Llego el turno de renacer o solo morir.
Canción a mi niña.
Tomo el lápiz y me siento a tu
diestra mientras duermes el cansancio del día imparable. Te miro todo el largo
de la dermis y siento la explosión del placer en los ojos esclavos de la
visión. Te adoro con la garganta cerrada. Me proyecto fuera de mi carne como la
imaginación que me nace en la inspiración. Te se rodeada de melodías. Sos el
libro que sale de mi sangre aterrizando en el papel elegido.
Eres tan gigante como lo creí –
azabache de tu pelo en remolinos brujos me atrapa los sentidos intoxicándome
como la lujuria de la mas perfecta diosa del olimpo, de las cavilaciones
antiguas. ¡Quiero ser de tu cuerpo! Floreciendo al alba de los días, estoy
desatando la mirada.
Soy el observador a escondidas,
soy el enamorado de tus caderas suaves. Tu rostro parece un lienzo de
Velásquez.
Y me acerco hasta tu posición cubriéndome
con las sabanas de la cama en las alturas. Adoro el ritual.
Mientras la noche se engrandece,
mostrando en su escenario colecciones de galaxias y pasajeros viajeros, yo
medito las formas de la visión.
Entre mis manos sostengo la lágrima
de tu tortura.
Hemos llegado desde la canción
que legaron los antepasados trovadores al silencio de los periplos montañosos.
Nos hemos transformado en huracán.
En el cielo, “en los costados del
mundo”, en la suela, en el asfalto y detrás de las esquinas, en el aire,
navegando el sueño “ella” esta. De mi cabeza caer, imaginando ser como el ídolo
de las emociones verdaderas –tengo la paleta provista de colores armados para
la improvisación; los aterrizo sobre el canvas incitador, y nace lo que será,
al concluir, pensamiento y sensación prolongada. –el cielo se parte al medio,
se asoma Bhrama sonriendo; los árboles se derriten y rojo por doquier, el árbol
de campanas resuena sus llamados mágicos terroríficos- soy el centro y el
aguacero de tus ojos, somos dos galaxias en el universo jardín de dioses;
estamos en la caricia de Venus, en el sin fin de la historia.
Ninfa de mi cama, quiero colgarme
del piercing de tu lengua.
La niña de fuego, del río en su
pelo; los cantos a mi luna en homenaje a su amor poderoso que vuela en el
centro de mi esencia espiritual; una isla en el océano cósmico; se me derriten
los ojos cuando la veo sonreír en la canción. Yo: me acomodo en su pecho
perfecto a dormitar la poesía. Una bocanada de aire me acerca a las estrellas.
Soy pequeño, insignificante.
Una a una, fui contando las
piedras -como en la calle, los adoquines- que aparecían en nuestro andar; dando
saltos hasta los horizontes rojos siempre de otro lugar. Dejamos lagrimas de
rastro para el recuerdo, para el aprendizaje imparable que nos obliga el alma;
para la depuración del ahora.
Dos buitres me asecharon en las
noches de frío y soledad exigiendo su carroña, la sangre de mi cuerpo, el
veneno, el cáncer de mi frente pesada. El cielo me sonreía, los dioses nos
quieren y en su regazo bailamos. El sol salía con la sonrisa de “ella”.
El cielo dispersó estelas de
colores por el suelo terrestre cuando me abrió la puerta y pude decir: ¡hola!
Fui feliz como lo soy, gigante e infantil. Su aroma calidez me ablanda el espíritu
y embriaga mis sentidos.
Puedo decir que estoy enamorado.
Puedo decirlo todo.
De la trepanación de mi corazón,
Lucia se asoma como única sobreviviente, como la esencia del cosmos artístico,
como la energía de todas las cosas, como si fuera lo único que conozco, solo
siendo Lucia.
FIN.
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